GEMMA
GALGANI
La Unidad
dentro de la dualidad
22 de noviembre de 2014 Trasmitido por Christine
Soy Gemma
Galgani. Hermanos y hermanas en humanidad, mi presencia en vosotros, a vuestro
lado, es la de mi vibración, la vibración de la Unidad, la que está más cerca
del Cristo, la que está más cerca también de Mikaël. Soy en cierto modo, el
puente de Cristo a Mikaël y también en vosotros, un puente que debéis tomar,
aunque no exista la Unidad.
Tuve la
oportunidad, durante muchos años, de daros a entender, a comprender, y a
experimentar lo que es la Unidad dentro de la dualidad. Esta aspiración a la
Luz, esta aspiración a Cristo, haciéndoos reencontrar una Felicidad sin objeto,
una Paz sin igual, un espacio de resolución donde no puede existir ni el menor
antagonismo ni la menor oposición. Para aquellos de vosotros que tuvisteis la
oportunidad de recibir mi Presencia, o mi acción, a menudo a través de un velo
blanco de Luz, es lo que os permitió experimentar, de algún modo, el
sentimiento de la Unidad, la comprensión de la Unidad, pero también se vive por
episodios, por momentos, o de manera definitiva. Esta Unidad es la que os hace
trascender la ley de la dualidad, la ley del antagonismo y de la oposición.
La Unidad
confiere la Paz, confiere la calma, confiere la vacuidad de lo que hace
habitualmente la organización, la gestión y el desarrollo de vuestras vidas en
este mundo. La Unidad no es un concepto aunque pueda serlo. La Unidad no es una
oposición a la dualidad. La Unidad, es respirar y vivir la Alegría, la
ligereza, la facilidad, donde nada llena más el campo de la conciencia, que la
Luz, expresada por algunas de mis Hermanas y algunas de mis Hermanos ancianos
por esta Presencia Infinita o esta Última Presencia. Pero volverse la Paz,
hacerse Uno, no es ir de uno al otro, es ser esto a cada minuto, en cada soplo,
en cada momento, en cada encuentro, en cada instante.
La Unidad,
al igual que lo que fue llamado el Absoluto o Último, no es ni una meta ni una
línea de llegada, sino mucho más: “un estado” que se estabiliza cada vez más, o
que se aleja cada vez más. Por supuesto, hubo marcadores y primero delante de
este, durante este período de duración de casi un año, es la puerta Unidad, la
que está en vuestro cuerpo, que es la Puerta del Espíritu, situada, os lo
recuerdo, por encima del seno izquierdo. Esta Puerta Unidad que es mi vibración
y que es pues la vuestra.
En el
momento en el que el Canal Marial se desliza y penetra en vosotros, tal vez
sentisteis un dolor o una molestia, en esta zona de vuestro Templo. La Puerta
Unidad forma parte, como sabéis, de lo que fue llamado he aquí mucho tiempo la
Nueva Eucaristía. La Unidad, cuando es vivida, y no solamente en el sentido de
una experiencia sino totalmente en cada soplo y en cada instante, os confiere y
os da la Paz, la Paz en vosotros pero también en lo que emana de vosotros. La
Paz, es también el momento en el que no os hacéis indiferentes al mundo, donde
no os apartáis del mundo sino donde todos los velos de este mundo son quitados,
para devolveros a vuestra clara visión, la de vosotros mismos, la de la
Alegría, ahí donde sopla el Espíritu, tanto en su Fuego, como en su Agua, como
en su Tierra y como en su Aire, al nivel de los elementos por supuesto, que no
tienen ya nada más que ver con los elementos tal como lo vivisteis dentro de
este mundo sino unos elementos magnificados, ya sean llamados Jinetes o como
los llamó el Comendador de los Ancianos, los Hayoth Ha Kodesh. Poco importa el
nombre; lo que importa no es nombrar, lo que importa no es comprender; lo
importante es de dar, de dar-Se, ¿pero a quién os consagráis? No al otro, no a
una autoridad exterior, sino a vosotros mismos sino al Cristo. Y cuando hablo
de Cristo, no formalicéis las palabras, ya lo dije, bien lo llaméis Luz, bien
lo llaméis Sol, cualquiera que sea la representación, la historia, o la
manifestación que, para vosotros, evoca esta absoluta blancura, esta pureza
absoluta.
La Unidad es
la manifestación de la vida que no está ya encerrada ni presa en ningún
concepto, en ninguna idea, en ninguna suposición ni en ninguna interrogación.
Ser esto, ser eso, es no estar ya afligido por ningún peso quedando presente en
el seno de este peso y de esta densidad, sino magnificado y transformado, no
por vuestra voluntad, sino por la voluntad de la Luz, la voluntad del Cristo,
llamadla como queráis, y esta voluntad del cielo no es ya una voluntad en el
sentido humano, es una evidencia, una evidencia y una transparencia, algo que
va a conduciros a fusionaros con vosotros mismos, entre el Eterno y lo efímero,
entre vosotros y otro vosotros, entre vosotros y nosotros, entre vosotros y los
Ancianos o vosotros y los Arcángeles, hasta el momento en que todo esto se
disuelve en la misma Unidad, en la misma conciencia si puedo expresarme así,
ahí donde no existen ninguna separación, ninguna división, ninguna
anticipación, ninguna proyección, ninguna historia, ningún sufrimiento sino la
mordedura de Amor que os consume en el Fuego para el Cristo y para nada más.
En este
espacio, no hay lugar para ninguna lucha, no hay ningún lugar para la dualidad,
no hay ningún lugar para la sombra, porque la Luz y el Blanco llenan todo, no
dejando ninguna sombra, no dejando transparentar ninguna desviación. Es también
la transparencia del cristal, es la disolución del alma, su desaparición en
provecho del Espíritu. Esto abre en vosotros todos los posibles, todos los
posibles que no necesitan ser manifestados o actualizados porque representáis,
a vosotros sólo, la suma de todas las experiencias de este mundo como de todo
mundo.
La Unidad es
la sonrisa a la Vida, la sonrisa a la Eternidad, la sonrisa también a lo que
parece como dual y doble, que esto sea las fuerzas de oposición, las fuerzas de
seducción o las fuerzas del encerramiento de este mundo, poco a poco, por
toques, por etapas o de manera violenta, habéis concluido, por lo que vivíais,
una serie de cosas. La Unidad os condujo a las puertas de la Eternidad. La
Unidad os conduce a esta transparencia, a esta Humildad, a esta Sencillez, por
supuesto, pero también a esta famosa desaparición. La Unidad es ante todo
irremediablemente ligada a lo que es llamado, por nuestras Hermanas orientales,
él Sí o Atman si preferís, de Atman a Brahmán, a la energía de Brahma. La
Unidad es pues ligereza pero también un espacio no cerrado, ahí donde no hay
más lugar para poner la menor sombra, la menor memoria, el menor porvenir
porque todo es resuelto cuando el Arcángel Anael llamo Hic y Nunc, Aquí y Ahora
o el instante presente, si lo preferís.
La Unidad
disuelve lo que debe serlo y disuelve sobre todo lo que pueda frenaros por las
resistencias de cualquiera naturaleza, para dejar todo el lugar al Amor, no
para acoger el Amor; más que acoger el Cristo, volverse El-mismo, por un acto
de fusión, de matrimonio, que evoca por supuesto el matrimonio místico, el
matrimonio místico con vuestro cuerpo de Êtreté, con vuestra mónada, con María
y conmigo, es sólo la resolución de vuestras propias resistencias, vuestros
propios miedos y como decía el Comendador, ¿hay miedo o hay Amor? No puede
haber los dos, y cada vez menos.
Pero si hay
miedo, ella no está ahí y emerge sólo para hacer tomar conciencia de esta
famosa distancia que puede aún existir entre lo Eterno y lo efímero, entre la
oruga y la mariposa, pero esta distancia misma, lo sabéis, es sólo una ilusión
construida por el ego y la separación con el fin de entretener, en el seno de
este mundo donde pusimos los pies y donde aún tenéis vuestros pies, de mantener
la dualidad, la alternación de sufrimientos y de alegrías, la alternación de
enfermedad y de salud, todo lo que conocéis como mecanismos de alternación,
incluso en la alternación de vuestras noches y vuestros días y vuestras
estaciones; existe en vuestro interior la misma alternación.
Es la
alternación que debe modificarse, radicalizarse luego desaparecer. Es también
el momento en que la tierra parará su movimiento. Esto os fue anunciado de
diferentes modos y por diferentes vías. Existen varias explicaciones pero las
explicaciones en sí mismas no son nada más que para calmar, para comprometer en
cierto modo donde habéis ido hasta aquí, donde estáis realmente, no en lo que
pasa, no en lo que muere, sino en lo que no conoce nada de todo esto. La
Unidad, es también la estabilidad, no en este mundo, por supuesto, sino la
estabilidad que es forjada por el contacto con el Espíritu, permanente y cada
vez más intenso.
El encuentro
con la Luz, vuestro encuentro y vuestros encuentros múltiples con la Luz
construyeron un cuadro con pequeños toques de diferentes colores, de diferentes
impulsos, de diferentes luces, de juego de sombra y de luz. La Unidad sería
como un cuadro donde no existe ninguna sombra, ni forma, y sin embargo donde
todo está incluido como en un gran todo, pero el cuadro en este mundo no es la
Verdad. Sólo hay una proyección sobre una pantalla ilusoria de algo que sólo
hacer pasar, y morir. Mi vibración, mi Presencia os son adquiridas, las unas y
las otras. Si en vosotros parece manifestarse el sentimiento de ser doble, es
decir de ser, a la vez, este Ser eterno y este ser efímero, y a veces de
combatiros vosotros-mismos entre estos dos aspectos vuestros, entonces mi
vibración, por la puerta Unidad y por el Canal Marial es la ocasión de
permitiros ir a trascender todo esto en vuestro interior, no por vuestra
voluntad, no por un Abandono sino por lo vivido en el instante presente donde
todo se celebra simultáneamente en este mundo como en otros.
La Unidad no
tiene que ser adoptada como concepto ni como pensamiento, ni como afirmación.
La Unidad se deriva directamente de vuestra Humildad, de vuestra Sencillez y
por supuesto de todos los procesos vibratorios que se os mostraron, más o menos
intensamente durante estos años. Os llamamos a menudo los Niños de la Ley del
Uno, Semillas de Estrellas y otros nombres, porque ninguna Unidad puede subsistir
de manera evidente dentro de este mundo, de manera manifestada al exterior,
pero que es completamente posible en el interior, permitiéndoos justamente transcender esta distancia, esta barrera
ilusoria entre el interior y el exterior. Esta Unidad, acompañada de la
Humildad os va a permitir ver claro, ver claro en vosotros como en el cuadro
que se levanta y que pintáis por toques, que representa el conjunto de vuestra
vida dentro de este cuadro o de esta prisión, si lo preferís.
La Unidad es
un estado de Alegría que concurre al estado de Gracia, concurre también al
reflejo, porque de esta confrontación entre vosotros en lo efímero, y en el
seno del eterno, se manifiestan unas evidencias pero también unas resistencias.
Ya se celebren, evidencias o resistencias, no luchéis, no resistáis más que
eso. Contentaos con dejar vivir lo que se vive, porque no sois lo que se vive.
No podéis ser lo que se vive y ser la Vida. Ser la vida, no es vivir vuestra
vida, es dejaros vivir por la Luz, y no es del todo descanso. Está lejos de ser
un acto de cobardía o incluso un acto de valentía. Es ante todo, yo diría, este
último abandono, esta trascendencia, incluso esta resistencia que os permite no
ignorar pero sí sobrepasar y trascender, no por un esfuerzo, no por una intervención,
exterior o interior, sino por el sentido de la evidencia.
Muchas
hermanas fuimos a hablaros y entreteneros de la evidencia de la Luz y de la
Unidad. Muchas fuimos a daros nuestro camino y nuestra vivencia, no para
identificaros sino para daros la oportunidad de ver, el conjunto de los
posibles, lo que podría llamar los doce caminos o los veinticuatro caminos, lo
que reencontráis en ciertas tradiciones primordiales antes de que éstas sean
alteradas. Es, si lo preferís, lo que se llama los veinticuatro senderos de
Luz, como los veinticuatro Ancianos o como las doce Estrellas, como las doce
Puertas sobre vuestro cuerpo y como las veinticuatro Puertas de vuestro cuerpo.
Este conjunto de doce y de veinticuatro reconstituye la Unidad, esto lo sabéis.
Os remito
para esto a lo que se dicho hace muchos años, por los guardianes de la
Intratierra en esta obra que se llama «la Humanidad en devenir». Hubo que
trazar, en cierto, modo un camino, para daros cuenta que no hay camino. Hay que
recorrerlo para verlo hasta el final. La Unidad, es también como un toque del
cuadro, reunir los pedazos dispersados, los diferentes fragmentos de
vosotros-mismos en el seno del efímero como de sí mismo en el seno de la
Eternidad. Es salir de la fragmentación, salir del encerramiento pero cuidado
de no querer establecer esta cesación de fragmentación, esta cesación de
tabiquería dentro de este mundo porque vuestro reino no es de este mundo. Hasta
diría que la Unidad no es de este mundo, incluso si algunos de nosotros, entre las
Estrellas, los Ancianos y otros desconocidos trascendieron este mundo y
vivieron la Unidad. Pero este mundo, en sus leyes, nunca podrá vivir la Unidad.
Daos cuenta de la imposibilidad de vivir esta Unidad a una escala colectiva
mientras haya fragmentación, mientras no estén re-unificados unos con los otros
y a vosotros-mismos, y con Cristo.
Cristo os
decía «Mi reino no es de este mundo». Él os decía también «estáis sobre este
mundo pero no sois de este mundo». ¿Es que por eso debéis rechazar la Tierra en
su esencia? No. Pero no olvidéis a vuestra Madre, ni a vuestra Fuente, ni a
vuestro Padre. No es uno o el otro, son ambos. Fusionar en la misma resolución
y en la misma Unidad. Si estáis en Unidad a menudo, el estado de la Unidad se
instalará, no solamente en los momentos de Samadhi, es decir de
interiorización, sino incluso en la manifestación en este mundo cualquiera que
sea el lugar donde os llevan vuestros pasos y vuestros pensamientos. Nunca es
olvidar, en cada inspiración y cada expiración, esta Eternidad, el Cristo si
preferís.
La Unidad es
también un don y como tal, debéis ser el don. No hablo, por supuesto, de
cualquier don. No hablo de los dones ligados a la materia sino que hablo del
don de vuestro Espíritu y de vuestra alma a la Eternidad. Vuestro don tanto
tiempo como persona efímera. Poner fin a la fragmentación, no es volver a pegar
los pedazos para hacer un todo armonioso. Es sobre todo y ante todo hacer
desaparecer la separación. Reencontrar la Unidad, no es solamente juntar los
pedazos sino ponerlos en sintonía, hacerlos funcionar con el mismo Aliento, la
misma Verdad, el mismo arranque y el mismo Fuego. La Unidad, al igual que la
Infinita Presencia o la Última Presencia os llevaron, si puedo decir, a las
fronteras de los que sois. La Unidad no puede en ningún caso oponerse a la
dualidad, sino ella-misma vuelve a ser dualidad. No hay otra alternativa y otra
posibilidad que esto.
Entonces,
durante el espacio y el tiempo en que estamos reunidos, hoy u otros días, vamos
a fusionarnos en el seno de la Unidad que es, os lo recuerdo, uno de tres
componentes de la Nueva Trinidad o Nueva Eucaristía. La Unidad es en cierto
modo el punto central de donde se edifica el lienzo de la Eternidad. La Unidad
es ligereza, os lo dije, os lo repito. Esta ligereza podría ser traducida con
palabras a connotaciones más orientales, podríamos llamar la vacuidad. Es el
espacio donde no hay ni pensamiento, ni emoción, ni reacción, a lo que sea. No
es por eso la desaparición sino que es lo que permite conduciros a vosotros-mismos,
de acuerdo con la Fluidez de la Luz, con la Gracia y sobre todo con la Alegría.
La Unidad se
vive. Ella os llena de Alegría, os satura de Alegría, puede daros a veces la
impresión de fragmentarse pero no es una fragmentación, es una desaparición. No
queda más, como después de una fragmentación, un conjunto de pedazos sino que
sólo queda un todo que es mucho más que la suma de los pedazos ya que está
incluido, en este momento y solamente en este momento, la totalidad del Cristo.
Retened esta noción de ligereza y de evidencia. La Unidad os da a ver vuestra
propia actividad dentro de la Ilusión, en el seno de la dualidad. Ella os da a
ver, no solamente vuestras acciones, sino vuestros mecanismos de acción, en
cierto modo, los mecanismos que están en vosotros y que se expresan. Esta
expresión concierne también a la Unidad misma, que todo lo que hace resistencia
a la Unidad, todo lo que no fue quemado en totalidad, por el momento tal vez,
por el Fuego del Amor. La Unidad es indisociable del Amor. Si no, no hay el
Amor. Pero un amor condicionado o condicional, un amor de circunstancias y no
un Amor espontáneo y de evidencia. Todo esto, lo escuchasteis y vivisteis de
diferentes modos.
Hoy, en esta
fase de la Obra al Blanco, se realiza como lo sabéis, al nivel alquímico, la
última etapa que es mucho más que una sublimación. Esta Obra al Blanco
corresponde también a lo que fue llamado por el Comendador de los Ancianos la
“Asignación Vibral”. No estáis ya en el período de elegir, estáis en el período
de la manifestación de vuestra elección. Todo esto fue largamente y ampliamente
desarrollado pero está bien volver a ponerlo al día. Él está hoy, en este
matrimonio místico, cualesquiera que sean los nombres que le pongáis, que esto
sea la Gracia, que sea una Celebración, que sea un Femenino sagrado, todo esto
representa en definitiva la actualización, o no, de la Unidad, la que es
posible vivir dentro de este mundo como Esposo o Esposa del Cristo o como
Absoluto.
La Unidad
también cambia el conjunto de vuestros mecanismos, como os habló el Comendador
de los Ancianos, esto es evidente. Si no veis claro en vosotros, mirad
simplemente, entre los escritos y los testimonios, de vuestros hermanos y
hermanas que os precedieron antes de esta época particular, que esto sea de mi
tiempo o anterior, que sea en Oriente como en Occidente. La Unidad puede
manifestarse de diferentes modos, puede ser declamada por poemas como uno de
los Ancianos llamado RUMI, puede ser conceptualizada no para crear algo, sino
tratar de transmitir la evidencia de este Silencio de la Unidad. Hoy, esta
Unidad os da a ver, por una iluminación cada vez más violenta para vosotros o
para los demás, y cada vez más preocupante o aún estabilizante, del Amor y de
vuestro lugar en el seno del Amor. Lo sabéis, sois todos unos libertadores
¿pero estáis Liberados? No es un juego de palabra. Ser libertador quiere decir
liberar a los demás. Es un don del Sí al Amor y para el Amor. Es el don de la
Gracia que compartís con otro Corazón.
Hoy, por
supuesto, la Luz os pide, y respondisteis o responderéis: « ¿Quién sois?» Y a
través de lo que vivís, no en un hipotético futuro, no en una hipotética fecha
sino en el instante de vuestra carne y de vuestra consciencia, posicionáis en
vosotros elementos que os dan a ver, en vosotros como para vuestros hermanos y
hermanas, ahí donde estáis y ahí habéis decidido estar, porque no hay ninguna
posibilidad de error, incluso si lo que llamáis personalidad puede resistirse a
veces en lo que ella cree no reconocer o no aceptar. Son sólo convulsiones
finales, que no son nada comparado con la Eternidad y que sólo traducen, la
falta de humildad y de desaparición.
Entonces, la
Obra al Blanco, pasa también, por supuesto, por la Onda de Vida, pasa por todas
partes del cuerpo. Ya no es circulante. Simplemente ya no está solo presente
por diferentes lugares, que se pare en las Lámparas de abajo o sube hasta las
Lámparas de arriba. Es más que eso. Es un espacio donde no hay más diferencias,
que para el ego como para él Sí, es sólo la ausencia de posibilidad de
evolución. El alma y el cuerpo se creen imperfectos, los que están en este
mundo pero que en realidad no lo están. Todo esto se pone en marcha. Lo vivís
cada día, en cada aliento, todo esto se celebra bajo vuestros ojos con a veces
implicaciones o no-implicaciones que vienen en cierto modo a presionaros, no
para desestabilizaros sino para pediros, en cierto modo, entrar aún más en
vosotros-mismos, porque la única Verdad está en vosotros, ella nunca estará ni
en mis palabras ni en las de Cristo, sino en este contacto silencioso, este
Encuentro silencioso y este Matrimonio silencioso. Porque en cuanto hay
palabras hay dolor, y cuando hay Silencio hay Plenitud de la Unidad.
Es en este
sentido que desde ya más de un año, os invitamos a volveros hacia
vosotros-mismos en el Silencio, que estéis solos o en grupo, pero a no mostrar
más, a sólo manifestar lo necesario, lo que es la personalidad que os resulta
muy útil; sin embargo, que esto sea a través de vuestros conocimientos, que sea
a través de vuestras actividades en este mundo pero que no os son de ninguna
utilidad para ser la Luz, incluso si la recibisteis, incluso si la dejáis pasar
a través de vosotros con la más grande de las transparencias. Ser la Luz no es
solamente vivir la Luz, ser unitario no es solamente reivindicar la Unidad sino
es probarlo, tanto por vuestros pensamientos, tanto por vuestras palabras como
por vuestros silencios o por vuestros sueños o por vuestras vibraciones. En la
Unidad, no hay lugar para la menor emoción. En la Unidad, no hay lugar para la
menor agitación. En la Unidad, no hay lugar para el karma. No hay lugar para el
pasado ni para el porvenir. Es a esta condición que la Unidad ella-misma se
hace Absoluta. Pero mientras la Unidad no vivió su propia redención, hay aún
fragmentos, hay aún pedazos, hay aún resistencias.
Esto lo
vivís, lo sintáis, o ¡no! según donde estáis, y ahí donde estáis es vuestra
atribución, ya que no hay evolución, si tal es vuestra vivencia. ¿Por qué
necesitaría moverse lo que fuera para mejorar lo que sea? Este tiempo fue un
tiempo. Ya no es más de este tiempo del instante presente. Las leyes de vuestro
aprendizaje, incluso las dadas en lo que fue llamado “Autres Dimensions”, ya no
tienen más curso ahora. Descubrir la Autonomía y la Libertad y vivir la Unidad,
es trascender todo esto, no como un error sino como un apoyo que os permitió no
equivocaros, ver claro en vosotros como por fuera, incluso si aún pueden
existir unos períodos y momentos de confusión. De esta confusión, de estas
vacilaciones, saldrá algo mucho más vasto, a condición de que no añadáis
vuestro grano de sal en la percepción inmediata de lo que es vivido.
Es esto también ser observador. Es dejar desarrollar lo que debe desarrollarse, no como en un fatalismo ligado a la personalidad o una dimisión ligada a la personalidad sino como una Trascendencia total de la forma, de esta forma y de esta conciencia. He aquí algunas palabras que sólo completan, como siempre, lo que pude deciros durante estos años o durante las comuniones que vivimos. Hay que ir mas-allá de vosotros-mismos pero no veáis esto como un desplazamiento sino muy justamente como la ausencia de todo movimiento. En el Samadhi más intenso tal como pude vivirlo durante mi juventud, tal como lo vivió mi hermana Ma, estáis absorbiendo en totalidad, en integridad en esta beatitud.
¡Es ahí!
donde encontraréis a la vez el lugar del descanso pero también el lugar del
Amor, con el fin de que este Amor no sea limitado a este lugar sino que se haga
la totalidad de quien sois. Y para esto, no hay otra alternativa que
desaparecer, y renacer a la verdadera
Vida, de dejar, como decía Cristo «los muertos enterrar a los muertos» porque
los que murieron lo decidieron, porque necesitan todavía más fragmentación, más
evidencia para tomar apoyo aún más bajo -esto es una imagen- antes de remontar.
Vivir vuestra vida o dejar vivir la Vida tiene implicaciones profundamente
diferentes. La dualidad os devuelve a la dualidad, al juicio, a la
discriminación, a la vigilancia. La Unidad os remite a la Simplicidad, a la
Evidencia y a la Gracia, donde cada evento, al interior como al exterior, es
vivido cualesquiera que sean la intensidad, la alegría o el dolor, como la
evidencia de lo que debe ser.
Entonces,
efectivamente como los Ancianos os condujeron, primero hay que observarse,
luego volverse el testigo de lo que es observado y luego incluso el testigo
desaparece con el Cristo, porque no hay nada más que testimoniar en este mundo
que volver propio, por vuestra única Presencia, de vuestro propio testimonio.
Esto sobran las palabras, esto pasa de roles, esto pasa de toda desviación. El
Amor es, no necesita de otra cosa que Ser. Y sobre todo no necesita de vosotros
porque ya lo Sois.
Entonces
entended bien que los combates contra vosotros-mismos, que los combates contra
vuestro defecto, cualquiera que sea el combate que pensáis llevar, ningún
combate os conduce a Cristo. El camino más directo y más seguro es la Humildad
porque éste, esta Humildad, no pasa por la cabeza en ningún momento, porque la
Humildad sólo puede nacer en el pecho y en ninguna otra parte. Ningún concepto,
ninguna idea, ninguna emoción, ninguna justificación puede conducir a esto.
Propongamos y vivamos un instante de fusión.
Soy Gemma
Galgani.
…Silencio…
Soy Gemma
Galgani, la Estrella Unidad. Con todo mi Amor. Que la Paz, la Luz y la
Eternidad sean vuestro eterno presente. Hasta pronto.